jueves, 15 de enero de 2009

Magia entre líneas...

Cuando era niña soñaba con vender burbujas de jabón en algún parque, me parecía que los sueños debían guardarse dentro de una burbuja tornasol para que no se escaparan de las manos y la mente. Hacer burbujas era el camino para conservar tus sueños, cada vez que una se rompía el sueño se había cumplido, entonces surgían otras, nuevas, relucientes.

Yo debía salvar los sueños del olvido, con burbujas… luego descubrí que mis burbujas serían palabras. Lo supe una mañana, amaneció y me encontré haciendo lo más hermoso que jamás pensé, como una niña aprendiendo a montar la bicicleta, me descubrí con capacidades nuevas.

Jamás había sentido tanta ilusión por algo, mis letras, mis pensamientos se plasmaban en la máquina. Todo esto es mío, no le pertenece a nadie más, esto es todo lo que soy, letras cayendo sobre un papel.

Ojalá supiera cuándo empecé a hacerlo, sólo sé que cuando lo descubrí fui conciente de que era un milagro.

A veces las letras me abandonan, pero la mayor parte del tiempo me encuentro entre las líneas. No puedo imaginar la vida sin ellas, son mis eternas compañeras, mis más fieles escuchas, mis únicas y especiales posesiones, mis sueños y decisiones.

Cuando empecé a pensar en ellas como el origen y destino de mi amor, ese mío que a nadie puedo ofrecerle, el que me acompaña todos los días a todas partes. Comencé por entenderlas como el reflejo de la mujer que soy, caprichosa y posesiva, celosa y perfeccionista, impaciente y atípica, luego me fui acostumbrando a sentirlas como un nuevo descubrimiento de mi cuerpo, como un lunar o un nuevo dedo, no pude imaginarme después sin ellas, fue entonces cuando comenzó el viaje sin retorno.

Descubrí que no podría hacer nada que me alejara del camino, había iniciado un sueño, un proyecto. Me había embarazado eternamente, siempre a punto de dar a luz, en constante transformación y embeleso con mi obra, que es una señal más de que Dios me mira con amor y caridad perfectos, que soy una elegida de su luz.

A veces, cuando menos segura estoy, cuando llego a sentirme como una intrusa en su mundo, alguien viene a recordarme que hace mucho dejó de ser una elección y se convirtió en un destino inexorable, una porción insustituible y vital de mi existencia.

Escribir se fue convirtiendo en algo más que una forma de sanar mi corazón, supe que necesitaba hacerlo, que no habrá jamás otra cosa que yo pueda ofrecerle al mundo que estos pequeños signos.

La primera vez que me descubrí pensando en escribir de manera formal me asusté, este trabajo requiere mucho compromiso, amor y sinceridad, si uno no es capaz de desnudarse en las líneas, si no está dispuesto a entregar el alma en cada frase, no es posible siquiera pensar en esto.

Escribir es como bordar: una mala puntada, un pase menos, un hilo suelto o una figura mal delineada puede echar a la basura el trabajo de meses; es por ello que a veces me asusta la idea, cuando el corazón está lastimado y el alma parece estar en el suelo, es prácticamente imposible pensar en uno como un creador, como el proveedor de luz de las ideas.

Poco a poco he aprendido a creer en ello, a pensar que hay algo dentro de mí que necesita salir y que mis manos y letras son su voz.

El camino para confiar en esta presencia no ha sido sencillo, me he enfrentado a la crítica implacable de mi lectura, he librado una batalla contra mis miedos y he trabajado en otros como lo haría por mí, descifrando sueños y poniéndoles cuerpo.

El esfuerzo ha dado sus frutos, pues luego de un tiempo he podido asumirme como responsable de estas letras ante los otros, he logrado hacer sonar mi voz y mi alma através de un par de páginas, pero más que cualquier otra cosa, he enfrentado el miedo a la crítica.

Sé bien que nada después del milagro tiene sentido, todo lo que soy y lo que hago se encuentra aquí, entre las líneas…

Soy propietaria de un bosque de cien mil acres, de un campo florido, de un río de muchas vertientes, de mil caminos, de un universo de palabras y de sueños con mil estrellas por creaciones. Sólo espero poder caminar siempre en una línea, tener la oportunidad de sembrar mis sueños y cosechar palabras.

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