domingo, 4 de enero de 2009

Buenos días, malos días...

Hay días que amanezco con la tristeza y la risa apretadas en el pecho... juntitas, como si se tratara de las grandes amigas. Hay otros días que la pena se instala a sus anchas sin dejarme siquiera respirar tranquila, de tan estirada que se pone...

Las más de las veces, las lágrimas le ganan a la carcajada, y se desparraman por mi rostro, acabando con el poco maquillaje que me dan ganas de ponerme en la mañana.

A veces no sé cómo logro desembarazarme de las sábanas para enfrentar un mundo carente de ti... no sé cómo hago para verme al espejo e ignorar la imagen muerta que me regresa... cómo le hago para ganarle por instantes a las ganas de abandonarme o cómo logro esbozar lo que parece una sonrisa...

Cada día hago un esfuerzo nuevo por lavarme la cara y ponerme la crema que un día evitará que me veas tan vieja como hoy me parezco... cada mañana me invento un nuevo pretexto y salgo a la calle engañándome para no volver a refugiarme en la única blancura de mi vida, la que me cobija.

De vez en vez me amanece un día claro y lo aprovecho, me visto de luces y salgo dispuesta a llenarme de magia... por desgracia, aún no consigo un día bueno que me colme las bolsas. A veces, si tengo mucha, pero mucha suerte, consigo me recuerdes, y siento el calor de tu mano recorriendo la mía, repasando los caminos que una vez descubrimos que pertenecían a un trozo de infinito.

Hoy fue uno de esos buenos días; hoy la sonrisa se me instaló entre las mejillas y me hizo poner un dedo en la boca... hoy sólo guardé silencio y me permití mirar al cíclope... hoy fue un buen día porque por un instante, quizá un segundo, sentí que nuevamente te tenía...

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