Cuando tiembla, generalmente no lo siento...
La mayor parte de las veces lo confundo con el mareo normal producido por mi ingesta casi nula de azúcar, y la otra parte ni siquiera me entero de que a la Tierra le dio por movernos el tapete para ver si nos ponemos en orden.
Esta vez no fue la excepción: pensé que estaba mareada y me quedé sentada, tomándome mi chai en Starbucks, hasta que les vi cara de susto a M e I, mis amigas.
"Está temblando", dijo una chica a mis espaldas, con la voz entrecortada.
Yo, que no soy miedosa con eso de los temblores (porque luego me dan a mí y ya estoy acostumbrada), me di tiempo para darle la vuelta a la mesa, tomar la bolsa y sacar el celular, sin recordar siquiera que estaba sentada en el mismo sitio donde hace 24 años se cayó un hotel.
Cuando salí del edificio, cinco pasos después de M e I, seguía temblando...
Justo frente a mí, mis ojos hallaron el monumento a la solidaridad, que fue levantado tras el sismo del 85... Entonces sí me cayó el veinte, "lo que acaba de pasar es algo serio, van dos temblores en un mes"... y me puse a tratar de llamar a quienes amo, para saber si estaban bien y para informarles que yo lo estaba. Obvio, no pude... la red estaba saturada (aún ahora sigue estándolo y mi adorado celular me repite una y otra vez "sólo llamadas de emergencia").
Ahora, como el Internet maravilloso sí funciona, puedo anunciar dichosa, que sigo viva, que no se me cayó un edificio encima... Entonces, señoras y señores, dense por enterados... y esperemos la réplica.
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